jueves, 27 de abril de 2017

LOS RETABLOS COLATERALES DEL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI


Si hace unos meses hablábamos sobre el magnífico retablo mayor (1689-1690) del Oratorio de San Felipe Neri, templo que conserva en su interior el mejor conjunto barroco (arquitectura, escultura, retablística y pintura) existente en Valladolid, hoy toca hablar de los retablos colaterales de la iglesia, magníficas construcciones que poseen una traza que cosechó bastante éxito tanto en la ciudad como en la provincia.
Los retablos colaterales fueron realizados por el ensamblador Francisco Billota, uno de los maestros vallisoletanos más descollantes del momento. Ajustados el 7 de octubre de 1698, no debió de darlos por fenecidos hasta el mes de mayo del año siguiente. En la Congregación celebrada el 18 de mayo de 1699 se acuerda buscar maestros para reconocer los retablos y ver si estaban ejecutados conforme a la traza y condiciones suministradas por el propio artista. Con anterioridad a estos dos retablos debieron de existir otros dos provisionales: el altar del lado del Evangelio lo presidía una pintura del Descendimiento de la cruz y el del lado de la Epístola otra de Santa Rosalía de Palermo, ambos con marcos dorados.

Los retablos son gemelos, la única diferencia reside en que el de San Juan Bautista tiene el banco y una de las columnas perforadas en su parte inferior para permitir la entrada a la sacristía. Se estructuran en banco, un único cuerpo y ático. En el banco se localiza el sagrario, a cuyos lados hay dos netos con decoraciones vegetales. El cuerpo del retablo se organiza a través de cuatro columnas salomónicas, dos columnas a cada lado, las centrales algo más salientes que las otras extremas, con lo cual se crea un efecto claroscurista típicamente barroco y también movimiento en planta. En medio de este cuerpo está la hornacina principal, con remate semicircular, que está rodeada por una especie de marco de tarjetillas con decoración vegetal. Justo encima, irrumpiendo tanto en el cuerpo como en el ático, se encuentra una gran tarjeta cactiforme con hojas crespas. El ático se conforma a partir de una caja que da cabida al altorrelieve, a cuyos lados hay sendas columnas salomónicas que sostienen un entablamento partido, en cuyo centro hay otra tarjeta cactiforme rematada por una corona y una cruz. La decoración es la principal protagonista de ambos retablos, y los llena por completo; es un verdadero “horror vacui”.
Ambos retablos se encontraban aún sin dorar en 1701, puesto que el día 3 de agosto de ese año la Congregación pide ayuda económica a sus miembros para afrontar dicha tarea. Del dorado se encargó el mismo artífice que realizó el del retablo principal: Manuel Martínez de Estrada. Los retablos se doraron a lo largo del año 1702, terminando de cobrar su trabajo ese mismo año.

Retablo de San Juan Bautista
Por su parte, las esculturas que adornan ambos retablos fueron contratadas por Juan de Ávila en el año 1699. El escultor se comprometió entonces a realizar un San Francisco de Sales y los relieves de San Juan Bautista predicando en el desierto y San Francisco de Sales predicando. Ávila percibiría 500 reales por la escultura del santo y otros 500 reales por los dos relieves, es decir 250 reales cada uno. El retablo de la Epístola era el de San Francisco de Sales, mientras que el del Evangelio estaba dedicado a San Juan Bautista. Aunque la escultura del “Precursor” no aparece citada en el libro de cuentas no hay ninguna duda de que también fue esculpida por Ávila. La elección de estos santos para los retablos colaterales no fue baladí: se trataba de dos grandes oradores y predicadores, acciones declamatorias en las cuales les podemos ver representados en los relieves, e incluso en las esculturas de bulto redondo.

Retablo de San Francisco de Sales
Antes de entrar a comentar las esculturas, hay que hacer referencia al trasiego que ha llevado a que las dos esculturas de San Francisco de Sales y San Juan Bautista no se encuentren en sus respectivos retablos: en el año 1964 se comenzaron a desmantelar los retablos de la iglesia, lo que condujo a que las imágenes de las seis capillas laterales fueran cambiadas de sitio o arrinconadas, siendo sustituidas por esculturas modernas de nula calidad, situación que aún no se ha corregido en su totalidad. Lo mismo sucedió con los retablos colaterales: El San Francisco de Sales fue sustituido por un grupo de San José con el Niño, obra de José de Rozas, que anteriormente se encontraba situado en el retablo de la tercera capilla del evangelio, pero que en origen fue tallado para el retablo mayor. La escultura del fundador de los salesianos fue a parar a la iglesia del Monasterio de la Visitación de las Salesas. Por su parte, el San Juan Bautista fue sustituido por una pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Sería deseable que tanto los dos retablos colaterales como los de las seis capillas recuperaran las esculturas que en su día se pensó para ellas. Como sentencia Urrea, no deja de ser una “falta de respeto por las ideas que originalmente presidieron la mentalidad religiosa de los que concibieron el ornato de este templo”.

SAN JUAN BAUTISTA
La escultura de San Juan Bautista, que durante mucho tiempo se dio como “irremisiblemente perdida”, se realizó para presidir la hornacina principal del colateral del Evangelio; si bien en la actualidad se encuentra expuesta en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid. La “vida” de esta escultura no ha sido fácil ya que en el mes de junio de 1947 estuvo a punto de ser vendida a la iglesia de San Juan Bautista. El párroco de esta iglesia se dirigió al Ministro de la Congregación deseando adquirirla para su parroquia, estando dispuesto a pagar por ella las 1.500 pesetas en que la había tasado una “persona competente”. Recientemente, en 2016, y con motivo de la exposición Corpus Christi (comisionada por Alejandro Rebollo) celebrada en la catedral de Valladolid, la escultura fue excelentemente restaurada por Jaime Tesón y Hugo Pastor.

Como hemos dicho, la escultura no está documentada, aunque su autoría en favor de Ávila no está en discusión. La problemática radica en el por qué no figura en el libro de cuentas. Lo más probable es que algún particular se ofreciera a sufragarla. Estilísticamente, todo en ella nos conduce hacia la paternidad de nuestro escultor. Si aun así quedaran dudas no habría más que compararla con la imagen del santo que Ávila talla para el relieve superior de ese mismo retablo, o con el San Juan Bautista que modela un año antes para el retablo mayor de la iglesia de Santiago apóstol de Valladolid.

San Juan Bautista tallado por Gregorio Fernández para el retablo mayor de las Huelgas Reales de Valladolid (1613)
San Juan Bautista sigue de cerca una tipología muy usual en el territorio vallisoletano y en las zonas anejas: se le representa de pie sobre un tronco, con una pierna adelantada. En una mano sujeta un báculo mientras que con la otra nos señala el cordero, el Agnus Dei. Los orígenes de este modelo parecen a Gregorio Fernández, concretamente a los San Juan Bautista que éste talló para el retablo mayor de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (1612) y para el retablo mayor del Monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid (1613). El “Precursor” aparece de pie, vestido con su típica piel de camello. El pellejo del animal, solamente anudado por el lado derecho, permite al escultor realizar un apurado estudio anatómico, dejándonos ver los brazos, las piernas, parte del torso y también de la cadera. Porta un manto rojo, con labores doradas a punta de pincel, sobre el hombro izquierdo que cae por la espalda. El borde del tejido lo adorna una rica cenefa decorada con motivos vegetales, aspecto también muy repetido dentro de los policromados de las esculturas de Ávila. Con la mano derecha señala un cordero que hay a sus pies, mientras que con la izquierda sostiene un báculo. El cordero, que se encuentra sentado con las patas flexionadas, es todo él un conjunto de mechones de pelo circulares.


RELIEVE DE SAN JUAN BAUTISTA PREDICANDO EN EL DESIERTO
El relieve del ático representa la Predicación de San Juan Bautista en el desierto. San Juan se sitúa a la izquierda sobre un peñasco con rocas y serpiente, su particular púlpito natural. Con su mano izquierda sujeta un báculo rematado en forma de cruz, mientras que el otro brazo lo mantiene levantado en actitud de predicar con vehemencia. Este pasaje nos es relatado por San Lucas: “Después, pues, a las muchedumbres que venían para ser bautizadas por él: Raza de víboras. ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira que llega? Haced, pues, dignos frutos de penitencia y no andéis diciéndoos: Tenemos por padre a Abraham. Porque yo os digo que puede Dios suscitar de estas piedras hijos a Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz del árbol; todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Las muchedumbres le preguntaban. Pues ¿qué hemos de hacer? Él respondía: El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos haga lo mismo. Vinieron también publicanos a bautizarse y le decían: Maestro, ¿qué hemos de hacer? Y les respondía: No hagáis extorsión a nadie ni denunciéis falsamente y contentaos con vuestra soldada. Hallándose el pueblo en ansiosa expectación y pensando todos entre sí de Juan si sería él el Mesías, Juan respondió a todos, diciendo: Yo os bautizo en agua, pero llegando está otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de soltarte la correa de las sandalias; Él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar la era y almacenar el trigo en su granero, mientras la paja la quemará con fuego inextinguible” (San Lucas: 3, 7-17).

Viste a la usanza con la que le suele representar Ávila, además de la misma manera: típico ropaje hecho de piel de camello, y por encima del brazo izquierdo le cae un manto rojo con labores doradas. Los asistentes a la predicación del Bautista figuran a la derecha. Los hay de dos tipos, esculpidos y pintados. Del primer grupo hay tres personas con actitudes muy variadas y dinámicas subrayadas por la posición de los brazos. La composición posee una clara línea diagonal que va desde la mirada de los fieles al rostro y brazo derecho del santo. Los pliegues son los habituales: dulces, levemente curvados; aquí no aparecen los verticales de desarrollo paralelo hasta chocar contra el suelo. No existen las dobleces rectas. Hay que achacar al escultor la simplificación que ha hecho de su modelo de Bautista ya que ni las anatomías, ni el manto ni la piel de camello están tan elaborados ni apurados en su detalle. El relieve no es donde mejor se desenvuelve Ávila. Tienden a un gran ingenuísimo y a una falta de perspectiva y proporción. Un claro ejemplo de esto lo tenemos en el canon achaparrado del santo, así como los errores de perspectiva en el grupo de los tres fieles.

SAN FRANCISCO DE SALES
San Francisco de Sales (1567-1622) sobresale por su faceta de gran predicador, puesto que consiguió rescatar a un gran número de católicos que se habían convertido en calvinistas en Chablais (Francia). Su gran aportación al cristianismo fue la fundación en Annecy, en el año 1610, junto con Juana Francisca de Chantal, de la congregación de las hijas de la Visitación, no en honor de la Visitación de la Virgen sino en alusión al hecho de que una de las labores de estas hermanas era la de visitar enfermos. También son conocidas como salesianas en honor a su fundador. Era un santo muy reciente, pues acababa de subir a los altares en 1665. Tres años antes, el mismo papa que le había canonizado, Alejandro VII, también le había concedido la consideración de beato. Destacó como escritor, siendo su obra más conocida la Introducción a la vida devota (1608), la cual se convirtió enseguida en uno de los textos más populares del siglo XVII.

La hechura de San Francisco de Sales se realizó para presidir la hornacina del retablo colateral de la epístola. En la actualidad ocupa otro, fechable hacia el año 1900, en la iglesia de los Sagrados Corazones, de las Salesas. El santo aparece en pie, con una rigidez en los pliegues de las vestimentas que le resta bastante naturalismo. Viste túnica, sobrepelliz, capa corta y muceta. La policromía imita a la perfección el brocado de la sobrepelliz, por lo demás es la típica a la que nos tiene acostumbrados la imaginería de Ávila, pero no obstante fue realizada por uno de los Martínez de Estrada. No falta la típica cenefa en el borde de la capa ni las labores vegetales doradas.
Ávila efigia al santo con la cabeza elevada, mirando a los cielos, justo en el momento en que recibe la inspiración divina. Según el parecer de Martín González, el santo se encuentra en “actitud de predicar”. Con su mano derecha sujeta una pluma, referencia a su faceta de escritor, predicador y Doctor de la Iglesia, mientras que con la izquierda hace lo propio con un libro cerrado que serviría de apoyo a una maqueta de iglesia, que aludiría a su vertiente como fundador de una Orden. Es probable también que sobre el libro no apareciera la citada maqueta sino un corazón, como así lo deja entrever un inventario del año 1806, en clara alusión a su promoción del culto al Sagrado Corazón de Jesús.

Ávila retrata al santo según su iconografía tradicional: calvo, con una pequeña barba y sin mitra, a pesar de su condición de obispo. El rostro, de gran dulzura, presenta grandes similitudes con el del San Isidro que había tallado un año antes para su ermita de Valladolid. Ojos vivaces, bien abiertos, nariz amplia, boca entreabierta que permite ver parte de la dentadura y la punta de la lengua. Sobre la frente ha plasmado una serie de venas. El tipo de barba aquí desarrollada es novedoso ya que está compuesto de largos y sinuosos mechones compactos dispuestos con total simetría. El gran parecido del rostro tallado por Ávila con otras pinturas de la época evidencia que nuestro escultor manejó grabados o estampas.
La disposición de las manos es muy elegante. Destaca la derecha, encargada de sostener la pluma, la cual está presionada por solo dos dedos, estando el resto desplegados, sobre todo el meñique. La mano izquierda se encuentra doblada para abarcar y sostener con mayor fuerza el libro, el pulgar presiona la parte superior del mismo, mientras que el índice lo sostiene con una de las tapas, el resto por debajo. Individualiza cada una de las uñas, dedos y falanges, así como la piel tensionada de los tendones al estar separados los dedos. También talla las venas, algo muy típico del escultor. La colocación de los pies muy juntos, formado un ángulo de unos 90 grados, será una de las características típicas de su hijo Pedro de Ávila.
Referente a esta imagen comentó Martín González: “apreciamos en el arte de Juan de Ávila una disyunción en el modo de hacer los pliegues. Estos se han ido haciendo progresivamente más suaves, constituyéndose por unas líneas paralelas que se adhieren al cuerpo. Esta tendencia se acusa ya en el San Francisco de Sales de la Oratorio de San Felipe Neri. Pero es curioso que al mismo tiempo sigue utilizando los pliegues con quebraduras, típicos del siglo XVII”.

RELIEVE DE SAN FRANCISCO DE SALES PREDICANDO
El relieve nos presenta a San Francisco de Sales en el momento de predicar desde un púlpito octogonal con labores vegetales brocadas, emparentando de esta manera con el de San Juan Bautista, Interesa resaltar la faceta de grandes oradores. Gesticula con los brazos, los cuales han perdido las manos. Los fieles, situados a la derecha escuchan atentamente, unos sentados y otros incorporados. En este último Ávila ha resuelto muy mal el contraposto. Concretamente efigia a tres personas, igual que en el relieve del Bautista; de la misma manera el resto de oyentes aparecen plasmados en el fondo pictórico. Son tallas bastante más toscas y rudas que la figura de San Francisco de Sales, la cual denota una gran calidad, sobre todo en rostro. Hay una clara diferencia de calidad entre esta imagen y la frontera de San Juan Bautista, menos cuidada. El fondo pictórico emparenta completamente con el del Bautista. Tras el santo figura un paisaje, en este caso arquitectónico. La parte de los fieles se ve aumentada por gran número de ellos en las más diversas actitudes. Sobre ellos nubes y cabezas aladas de ángeles.


Para finalizar, os presento el aspecto que tendrían ambos retablos si se procediese a restablecer a sus esculturas originales. Las reconstrucciones han sido realizadas por mi buen amigo Alberto San José. Si deseáis informaros más acerca de estos retablos o de sus autores, os recomiendo leer mi tesis doctoral “Los Ávila: una familia de escultores barrocos vallisoletanos”. Podéis verla pinchando aquí:
Retablo de San Juan Bautista
Retablo de San Francisco de Sales

BIBLIOGRAFÍA
  • BALADRÓN ALONSO, Javier: Los Ávila. Una familia de escultores barrocos vallisoletanos, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2016.
  • GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio del arte en Castilla. 2, Escultores, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1941.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
  • REBOLLO MATÍAS, Alejandro: La Iglesia-Oratorio de San Felipe Neri de Valladolid: breve guía de su historia y patrimonio, Congregación de San Felipe Neri y de Nuestra Señora de la Presentación, Valladolid, 2008.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “El oratorio de San Felipe Neri de Valladolid”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Tomo XXXIII, 1998, pp. 9-23.