jueves, 15 de octubre de 2015

EL ESTADO DE LAS BELLAS ARTES EN VALLADOLID EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX


Hace poco tiempo encontré este maravilloso fragmento de texto del libro Investigaciones acerca de la historia de Valladolid, redactado en 1887 por el gran historiador e investigador Juan Ortega y Rubio, que pienso que sería interesante rescatar. En este pasaje, que transcribo de manera literal, el ilustre escritor aborda el "Estado" en que se encontraban por entonces las Bellas Artes: Arquitectura, Pintura, Escultura, Música y Literatura. El interés radica en dos aspectos: en que es una época muy desconocida y que a la vez se trata de un momento de florecimiento de las artes en Valladolid después de una primera mitad de siglo bastante anodina; incluso podemos hablar de que en los primeros cincuenta años de la década la escultura prácticamente desapareció, algo realmente terrible en una ciudad que desde mediados del siglo XVI había poseído los mejores talleres escultóricos del país.
D. Juan Ortega y Rubio
Comencemos. Tan solo volver a recordar que se trata de un texto copiado íntegramente, no irá en cursiva para así poderla preservar para señalar las obras de los distintos artistas.
Nuestro propósito es escribir una breve y ligera reseña de algunas obras artísticas modernas de Valladolid, y citar también el nombre de sus autores. Nos ocuparemos primero de la arquitectura y después seguirán la escultura, pintura, música y poseía.

ARQUITECTURA
Entre las mejores obras arquitectónicas figuran los teatros de Calderón y Lope de Vega, y el colegio de Filipinos. Las tres son de verdadero gusto, y D. Jerónimo Gándara en las dos primeras, y D. Jerónimo Urbina, ejecutor en esta de los planos que hiciera el gran maestro Ventura Rodríguez, ha dado prueba de su talento. El teatro de Calderón es magnífico, el de Lope de Vega es elegante, y el colegio de Filipinos es sencillo. También es una obra regular, aunque tiene algunos defectos, el palacio que fue del Sr. Ortiz Vega, hoy casa de ayuntamiento. En edificación se encuentran el Hospital y la Facultad de Medicina, fábricas que honrarán a Valladolid y podría servir de modelo a aquella clase de construcciones. El arquitecto Sr. Torres [Teodosio Torres] debe estar satisfecho de su obra, pues lo único censurable, si censura se llama a lo que vamos a decir, es que el grado de resistencia nos ha parecido mayor que el necesario. La torre de la Catedral que dirige con gran acierto el Sr. Iturralde sería un buen monumento artístico, si este arquitecto no tropezara con tantos y tan grandes obstáculos.

Jerónimo de la Gándara. Teatro Calderón
Jerónimo de la Gándara. Teatro Lope de Vega
Real Monasterio de Agustinos Filipinos
Palacio de los Ortiz Vega. Sede dutante un corto lapso de tiempo del Ayuntamiento
Hospital Provincial
Facultad de Medicina
¿Qué diremos del Colegio de los PP. Jesuitas? Merece que hablemos de él, no por su belleza, que no tiene ninguna, sino por su magnitud. La fachada principal es mediana: la puerta, el balcón, los ventanillos del piso segundo, la peana, los jarrones, los remates, los perfiles y toda clase de detalles, son de poco gusto. Puede tolerarse la fachada lateral, gracias a la extensión de las líneas, que sin esta cualidad resultaría pesada.

Colegio de San José (de los PP. Jesuitas)
Y con respecto a otras edificaciones, desearíamos en ellas mayor cuidado y más estudio. No acertamos a comprender cómo nuestros arquitectos, en quienes reconocemos inteligencia y aplicación, se encierran en esa rutina, que si muy natural en un aficionado, es impropia de un científico y de un artista (Entre los buenos arquitectos que en estos últimos años han florecido en Valladolid, recordamos el nombre de D. Adolfo Fernández Casanova, profesor que ha sido de nuestra escuela de bellas artes). Hay pocas fábricas que tengan gallardas líneas arquitectónicas. Se han olvidado las lecciones de D. Ventura Rodríguez, de aquél célebre maestro, cuyo estilo, si menos robusto y severo que el de Toledo y Herrera, es en cambio, más elegante y gracioso.

ESCULTURA
Consideremos las dos obras escultóricas La Fama y Cervantes. La estatua de la Fama es regular, si se atiende a su poco coste, pero da grima contemplar aquel Cervantes que parece reñir con la literatura y la milicia. Confieso ingenuamente que más de una vez he contemplado con pena la escultura que quiere representar al insigne autor del Quijote y al valiente soldado de Lepanto. El pedestal es mediano, la figura del preclaro varón se halla mal modelada y los paños están mal plegados. En el arte no hay términos medios, o hacer obras buenas o no hacerlas. Habré de confesar que al Sr. Pérez Mínguez se debe la idea de honrar con un monumento la memoria del príncipe de los ingenios españoles, y que su laudable propósito fue contrario por las promesas no cumplidas de un elevadísimo personaje.

Antonio Iturralde y Mariano Chicote. Fuente de la Fama
Nicolás Fernández de la Oliva. Estatua de Cervantes
La Fuente del Val es sencilla y no de mal gusto; y la que adorna el hermoso jardín del Poniente y terminada en estos días, es muy bonita.

Fuente del Cisne
Entre los escultores que han florecido en Valladolid, recordamos a D. Manuel Fernández Marcos y a D. Vicente Caballero, que fallecieron hace pocos años, y a D. Nicolás Fernández de la Oliva, profesor que fue de esta escuela; al presente podemos citar como buenos artistas a don Pablo Berasátegui, profesor de la Escuela de Bellas Artes, y a D. José González Giménez, ayudante de estas enseñanzas, conocedor como ninguno de la historia de la escultura, y premiado con medalla de 2ª clase por su grupo Numancia, que hoy se halla en el Ateneo de Madrid.
El Sr. Rodríguez Vicente ha dado pruebas de su genio de artista en sus estatuas Numancia y Una Odalisca, el Sr. Chicote no carece de inteligencia, y el Sr. Bueno es laborioso y muy aplicado.

Aurelio Rodríguez Vicente Carretero. Lamentos
Entre los jóvenes que han manifestado más talento en nuestra Escuela de Bellas Artes, descuella D. Claudio Tordera, notable tallista y dibujante, y escultor de grandes esperanzas; don Julio Carretero, autor del busto de Padilla y de otras obras, y D. Dionisio Pastor, cuyo trabajito Un talento precoz mereció premio en el certamen celebrado por nuestra Academia.

Dionisio Pastor Valsero. Un talento precoz
Séame permitido dirigir un ruego al ayuntamiento. El conde D. Pedro Ansúrez y su esposa doña Eylo, doña María de Molina, Isabel la Católica, Cristóbal Colón, el humanista Fernando Núñez de Guzmán “el Pinciano”, el médico Mercado, el historiador Antolínez de Burgos y otros, ora por los beneficios que han hecho a esta población, ora porque aquí han nacido, no deben ser olvidados por nosotros. Es altamente censurable que aún no podamos admirar en nuestras plazas las estatuas de aquellos insignes varones, que son los astros de la gloriosa historia de Valladolid. Las ciudades como las naciones deben hacer plena justicia y honrar a aquellos de sus hijos que en los días de prueba, de trabajos y de sacrificios les hayan sido fieles.

PINTURA
En el arte pictórico nos encontramos con tres grandes maestros: el Sr. Martí, el Sr. Jadraque y el Sr. Montero.
El Sr. Martí ha merecido premio en las exposiciones nacionales por su cuadro La vendimia, y menciones honoríficas por el Motín de Esquilache y por El Concilio III de Toledo. Es muy lindo La pobre de los sábados, adquirido el año 1886 por el ministerio de Fomento, con destino al Museo nacional. Tanto la Academia como la Escuela de Bellas Artes reconocen la inteligencia y laboriosidad de tan distinguido maestro. Su amor por las artes, su constancia en el trabajo y su entusiasmo por la enseñanza no tienen límites.

José Martí y Monsó. Motín de Esquilache
José Martí y Monsó. El III Concilio de Toledo
Consideremos la última de sus obras en uno de los espaciosos salones de la Academia. El techo está dividido en tres compartimentos o cuadros: el central, de mayores dimensiones e importancia, representa una alegoría de la Academia y Museo de Bellas Artes de Valladolid; en la parte más elevada del espectador aparece la Purísima, bajo cuya advocación se fundó la Real Academia, firmando los estatutos el rey Carlos III; al otro lado de la Virgen se halla la Academia, personificada en una matrona con la medalla de la corporación sobre el pecho, y sosteniendo con una mano el escudo de Valladolid, y con la otra arrojando coronas a las tres bellas y nobles artes que ocupan la parte inferior del cuadro. Ambos grupos están enlazados por el genio de las artes, artes que representan a su vez las glorias de nuestro Museo: la Pintura, con el pincel y la paleta, coronada de flores como símbolo del color, se acompaña de dos geniecillos que sostienen el célebre cuadro de Fuensaldaña, la Ascensión de la Virgen, atribuido a Rubens; la Escultura coronada de laural, veladas sus formas por transparentes gasas, que permiten apreciar el desnudo como elemento importante de la estatuaria antigua, tiene un mazo en una mano y con la otra sostiene una estatua de Berruguete; y finalmente la Arquitectura, que ocupa el centro de este grupo, coronada también de laurel en actitud menos movida que sus otras hermanas, presenta el compás como elemento de sus trabajos, y un diseño de la fachada del Museo donde se conservan estas magníficas obras de arte. Toda la composición está sobre fondo de nubes; más doradas y con rayos luminosos alrededor de la Purísima, y más azuladas y frías conforme se acercan a la tierra.

José Martí y Monsó. Techo de la Real Academia (desaparecido)
Los compartimentos que hay a los extremos del central, son independientes de este, si bien forman con él un conjunto decorativo; se hallan pintados al claro oscuro imitando altos relieves y una alegoría de las diferentes asignaturas de la Escuela de Bellas Artes y Artes y Oficios, representando por medio de grupos de niños el trabajo en acción de las mismas clases. En uno de estos recuadros se significa el dibujo de figura, la pintura de acuarela y el modelado de adorno; y en el otro la Geometría, la Mecánica, y la Física y Química. Todas las figuras tienen los accesorios y los instrumentos de trabajo propios de las enseñanzas a que se refieren.
El conjunto, pues, del techo siendo alusivo a las artes en general, tienen una significación exclusiva y propia del sitio a que está destinado.
Vamos a dar una ligera noticia de los cuadros más notables del Sr. Jadraque. En el concurso artístico publicado por la Diputación provincial de Valladolid dio principio a su carrera, mereciendo el primer premio por el cuadro Presentación que el conde D. Pedro Ansúrez hace a su esposa de la infanta doña Urraca, y que hoy figura en los salones de aquella corporación. Pensionado el Sr. Jadraque en Roma, pintó la Presentación de Cisneros a Isabel la Católica y obtuvo la medalla de tercera clase en la Exposición nacional; más tarde este mismo cuadro fue digno de la medalla del Arte en la Exposición universal de Viena. Se halla al presente en el palacio del conde de San Bernardo, y una copia de tan hermoso lienzo regaló el Sr. Jadraque a nuestra Diputación. El cuadro Una lección interesante consiguió una medalla de tercera clase en la Exposición nacional y hoy se halla en el Museo; el lienzo Carlos V en Yuste fue admirado en la Exposición inmediata y hubo de figurar a la cabeza de las segundas medallas, encontrándose en la actualidad en la sección sexta del Senado. A propósito del Ministro de Fomento se concedió al Sr. Jadraque en 23 de enero del año siguiente la encomienda de Isabel la Católica. Una escena del Quijote, Santa Teresa y Un pintor del siglo XVI, fueron adquiridos por el Estado. Últimamente pintó el cuadro Berruguete en su estudio es visitado por el cardenal Tavera. Además embellecen los salones aristocráticos de Madrid algunos lindos cuadritos, como El estudio de un pintor, Unos frailes en un coro gótico, Una lección de música, etc. El Sr. Jadraque tiene alma de artista y una gran inspiración.

Miguel Jadraque. Carlos V en Yuste
Miguel Jadraque. Presentación que el conde D. Pedro Ansúrez hace a su esposa de la infanta doña Urraca
Miguel Jadraque. Una escena del Quijote
Miguel Jadraque. Presentación del Cardenal Cisneros a Isabel la Católica
D. Arturo Montero y Calvo, pensionado en la actualidad en Roma por nuestra Diputación provincial, es un joven de genio, cuyos últimos trabajos le presentan con todas las condiciones de maestro. Los cuadros Rinconete y Cortadillo y Muerte del rey Don Pedro 1º de Castilla han merecido 3ª medalla en exposiciones nacionales; Un gladiador romano es notable, y así lo ha calificado en este año el jurado del concurso a premios de la Academia de Valladolid; y el hermoso Nerón ante el cadáver de su madre Agripina, premiado con 2ª medalla en la exposición nacional de 1887, coloca ya a Montero en el número de los grandes artistas. Veamos lo que D. Luis de Llanos escribía desde Roma con fecha 12 de mayo de 1887 al periódico La Libertad de Valladolid. “Como obra artística, el cuadro de Montero es el que más se acerca de todos los de estos tiempos a la manera sincera, saludable y franca de Rosales, en el pensar, en el componer y hasta en la pincelada larga y potente del gran maestro contemporáneo. Mirar un rato el cuadro de Montero es trasladarse a los tiempos neronianos, penetrar en su Domus aurea, y traspasar los umbrales del aposento donde se realiza el crimen filial más horroroso que registran los fastos de la historia. Allí veis al hijo, destapando, con cinismo nunca visto, las hermosas formas de su madre muerta, ante media docena de amigos y compañeros de bacanal… Frío, como un catedrático de anatomía, explica bromeando a los dignos familiares que le rodean, fragmento a fragmento, el cuerpo de su madre asesinada; y mientras viene el médico que en su presencia debe verificar la autopsia “siente sed y pide el beber” (Suetonio).
Entre los presentes hay un viejo gordo y reluciente a lo Vitelio, alma de asesino, que con divertida curiosidad y ardientes ojos mira; otro, más joven, que a duras penas contiene su horror; un viejecillo que allí está por amor a su piel, y un filósofo que analiza y critica la escena, desde lejos, y juzga de aquella infamia como ahora juzgamos nosotros. La figura de Agripina conserva la belleza clásica que cantaron los poetas de la época, y su cadáver, a pesar de su actitud, nada tiene de sangriento ni de desagradable. El lecho de bronce y plata, las pieles de tigre y las blancas ropas que de él cuelgan, la estancia en forma de ábside donde sucede la escena, son de una verdad y de un carácter completamente romanos, tan romanos como los accesorios de Alma Tadema… El cuadro estaba casi concluido; solo faltaba terminar la cabeza de Nerón, sin duda la más importante de la gran tela”.

Arturo Montero y Calvo. Muerte del rey Don Pedro I de Castilla
Arturo Montero y Calvo. Rinconete y Cortadillo
Arturo Montero y Calvo. Un gladiador romano
Arturo Montero y Calvo. Nerón ante el cadáver de su madre Agripina
Aunque de exigentes se nos trate, todavía esperamos contemplar otras y más sublimes producciones de los Sres. Martí, Jadraque y Montero. Corrigiendo este pliego de prensa, leemos en los periódicos de Madrid el fallecimiento de D. Arturo Montero. Valladolid ha perdido un hijo esclarecido, y las artes un pintor insigne.
El Sr. Seijas, a quien tan excelentes cualidades abonan, no se cuida de los trabajos de importancia, no se cuida de los trabajos de importancia, y solo atienden a enseñar a sus numerosos discípulos; y el Sr. García Valladolid ha realizado su aspiración de ser uno de los mejores retratistas.
Una juventud estudiosa acude a nuestra Academia, y en los concursos por esta celebrados ha conseguido algunos primeros premios el señor D. Gabriel Osmundo Gómez. El Ayuntamiento de esta capital le ha concedido una modesta pensión, y si a su talento artístico une un asiduo trabajo, le auguramos un brillante porvenir. Al lado de este artista, brillan por su talento e inspiración D. Mariano de la Fuente Cortijo, D. Hilario García Lara, D. Mario Viani y Provedo, y D. Alberto Macías Picavea; y no olvidamos a las señoritas Doña Marcelina Poncela Ontoria y Doña Rafaela de Mendigutia López, alumnas sobresalientes de nuestra Escuela de Bellas Artes y premiadas diferentes veces en los concursos. Las dos han llegado a dominar el dibujo y el color con tanta maestría como los buenos pintores. No terminaremos esta reseña de jóvenes artistas sin citar el nombre de D. Eulogio Varela y Sartorio, alumno de esta escuela en los cursos de 1883 a 1884 y de 1884 a 1885; al presente se halla matriculado en la Escuela de pintura de la Academia de San Fernando, y dirige particularmente su educación artística el excelente maestro D. Alejandro Ferrant. El Sr. Varela, en el concurso que celebró la Academia de Valladolid en septiembre de 1886, presentó tres cuadritos originales: el primero un estudio de una cabeza de hombre, el segundo otro estudio de una cabeza de mujer, y el tercero un cuadro de escuela, titulado Lo que da mi tierra, obteniendo por este el primer premio de primera clase. Nosotros hemos pasado largos ratos contemplando estos trabajitos, donde hay tanta frescura en las carnes, tal dominio del dibujo, tanta viveza en los tonos y tanto estudio en los tipos, que repitiendo las palabras de la prensa vallisoletana diremos, que el Sr. Varela es una esperanza artística, y que bajo la cabeza de este joven se encierra el talento de un pintor de primer orden.

Gabriel Osmundo Gómez. ¡Viva la Virgen!
Mariano de la Fuente Cortijo. La bahía

Hilario García Lara. La Primavera
Mario Viani Provedo. El afinador de pianos
Alberto Macías Picavea. Otoño (A orillas del río)
Marcelina Poncela. La capilla de la aldea
Eulogio Varela Sartorio. Portada de BLANCO Y NEGRO

MÚSICA
La música se halla en el más completo abandono. En la religiosa han florecido el organista de la Catedral Sr. Estirado, artista distinguidísimo; el maestro de capilla D. Antonio García Valladolid, autor de muchas obras; y D. Nicolás Alonso, que mereció premios en diferentes certámenes. Hoy es considerado como el primero D. Enrique Becerra, maestro de capilla en la catedral de Burgos, y excelente compositor; y es bueno D. Hilario Prádanos, que ha sido maestro de capilla del Pilar de Zaragoza. También en la música profana el Sr. Barrera mostró genio artístico con su ópera Atahualpa.
En la música profana adquirieron alto renombre el Sr. Fontanellas, gran maestro de violín y buen director de orquesta; y D. Francisco Funoll por su método de solfeo y de bombardino.
Figura hoy sin rival a la cabeza de nuestros músicos D. Cipriano Llorente; y son dignos de fama D. Tiburcio Aparicio, a quien todos reconocen talento y laboriosidad; D. Ricardo Yancke, autor de música ligera, pero agradable; D. Laureano Navarro, premiado en el certamen de Valencia de 1880 por un paso doble y una marcha de concierto; D. León Martínez, director de los conciertos instrumentales del teatro de Zorrilla y músico de mucho mérito; y D. José Zaugroniz, director de la orquesta de este teatro, y autor de alguna zarzuela, cuya música es original.

POESÍA
Y llegamos a considerar el arte poético, donde los hijos de Valladolid no tienen rivales. En esta tierra ha nacido D. José Zorrilla, el poeta lírico más grande de nuestro siglo; aquel, cuyo nombre se esculpirá en mármoles y bronces, aquel que parece émulo de Píndaro y de Horacio, aquel cuya fecundidad prodigiosa y cuya imaginación fantástica ha eclipsado a los más eminentes vates de España y del extranjero. Época llegará de imparcialidad y de justicia, y el nombre de Zorrilla, no solamente será una gloria española, sino una luz refulgente en la historia de la poesía. También son vallisoletanos el gran cantor D. Gaspar Núñez de Arce, el insigne dramaturgo D. Leopoldo Cano, y el inspiradísimo D. Emilio Ferrari. Nuestra ciudad puede enorgullecerse con estos cuatro nombres ilustres, con estos hijos predilectos de las musas. Asimismo, citaremos otros nombres dignos de fama, porque este suelo árido de Castilla parece un Parnaso, y son el de D. José Estrañi, D. Ricardo Macías, D. Liborio García Tapia y tantos otros.

Emilio Ferrari
José Zorrilla
José Estrañi
La Europa despierta en todas las naciones y las naciones en todas sus ciudades a una libre y rica cultura artística. No cerremos los ojos ante el sol que nos alumbre, ni permanezcamos quietos y estacionarios ante el movimiento que se opera a nuestro alrededor. Vosotros en quienes arte viva la fe y el entusiasmo, seguid las huellas de aquellos inmortales artistas del siglo XVI, que si son arquitectos, se llaman Herrera; si escultores, Berruguete; si pintores, Carducho; y si poeta ¡oh! si llaman poetas, mirad la simpática figura de ese anciano que no encuentra al lado vuestro en los paseos, en las calles, en los teatros y en los círculos; imitad al autor de Margarita la Tornera y de D. Juan Tenorio.

BIBLIOGRAFÍA
  • ORTEGA Y RUBIO, Juan: Investigaciones acerca de la historia de Valladolid (1887), Imprenta Nacional y Extranjera de Hijos de Rodríguez, Valladolid, 1887.

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